Aseret-Teresa me ha invitado a participar en este juego literario . Consiste en escribir el quinto párrafo o frase de la página 161 del libro que se prefiera y, a continuación, invitar a otros amigos a hacer lo mismo y enlazar a quien te invitó a jugar.
Teresa escogió el "Un mundo sin fin" de Ken Follet uno de los libros favoritos de mi hijo. Yo escogeré "Mal de escuela" de Daniel Pennac, uno de los últimos libros que he leído y que pasa a ser de mis favoritos. Voy a buscar la página y el párrafo a ver que sucede.
Bueno, no sé si es exactamente el quinto párrafo, pero más o menos:
- ¡Porque la escuela tiene su utilidad! Si me hubiera quedado, en vez de deslomarme para ganar cuatro cuartos hoy sería empresario, ¡dirigiría multinacionales! ¡Buenas tardes, Josette!
Pero no me voy a quedar ahí, les devuelvo el juego para que siga el camino de vuelta, variándolo ligeramente. Se trata de buscar el párrafo que quieran del libro que quieran y si alguien descubre de que libro se trata, que lo diga.
Y ahí va el mío, que es muy fácil de adivinar, pero que se trata de uno de mis libros favoritos y de la parte que más me gusta de mi capítulo preferido:
-"Vete con Momo".
Pero, ¿por qué? ¿Es qué Momo era tan increíblemente lista que tenía un buen consejo para cualquiera? ¿Encontraba siempre las palabras apropiadas cuando alguien necesitaba consuelo? ¿Sabía hacer juicios sabios y justos?
No; Momo, como cualquier otro niño, no sabía nada de eso.
Entonces, ¿es que Momo sabía algo que ponía a la gente de buen humor? ¿Sabía cantar muy bien? ¿O sabía tocar algún instrumento? ¿O es que - ya que vivía en una especie de circo- sabía bailar o hacer acrobacias?
No, tampoco era eso.
¿Acaso sabía magia? ¿Conocía algún encantamiento con el que supiera ahuyentar todas las miserias y preocupaciones? ¿Sabía leer en las líneas de la mano o predecir el futuro de cualquier otro modo?
Nada de eso.
Lo que la pequeña Momo sabía hacer como nadie era escuchar. Eso no es nada especial, dirá, quizás, algún lector; cualquiera sabe escuchar.
Pues eso es un error. Muy pocas personas saben escuchar de verdad. Y la manera en que sabía escuchar Momo era única.
Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda simpatía. Mientras tanto miraba al otro con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él.
Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja o indecisa sabía muy bien, de repente, qué era lo que quería. O los tímidos se sentían de súbito muy libres y valerosos. O los desgraciados y agobiados se volvían confiados y alegres. Y si alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y que era insignificante y que él mismo no era más que uno entre millones, y que no importaba nada y que se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba todo eso a la pequeña Momo, y le resultaba claro, de modo misterioso mientras hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por eso, era importante a su manera, para el mundo.
¡Así sabía escucharMomo!
Hasta aquí llega ¡Vale!, ya sé que puse más de un párrafo, pero es que me gusta mucho. Todo un tratado de Inteligencia Emocional antes de que se hablase de ella.
Ya saben, no se corten y adelante, o mejor dicho hacia detrás en sentido inverso.