Muchas veces cometemos la equivocación de centrar nuestra atención más en los errores que en los aciertos. Pronto olvidamos que fuimos alumnos, que no éramos superconscientes, supermaduros, que nos distraíarnos...Si nos trataran como tratamos a los alumnos (se entiende que haciendo uso de una generalización siempre injusta) nos sentiríamos, al menos, incómodos.
La psicología positiva nos dice que para provocar cambios debemos centrarnos más en cualquier mejoría por pequeña que sea que en recriminar una y otra vez el fallo. No es que debamos inventarnos una mejora, lo cual sería contraproducente, no que no corrijamos los errores (algo necesario) sino que no los convirtamos en el centro de atención, que lo hagamos de una manera aséptica y que resaltemos de distinta manera cualquier mejora a la que asirnos como una hebra de hilo de la que tirar para desenrollar la madeja.
Cómo hacerlo
1. Si un alumno hace algo bueno, reconócelo de inmediato. Sólo el elogio bien merecido en aquel momento. Nota el progreso.
2. Mejor en privado para crear un ambiente del significado. Dile a la persona, "Estoy por elogiarte".
3. Decir "buen trabajo" no es suficiente. Dile que es lo de bueno te parece su actuación o trabajo y cuanto ayuda al conjunto de la clase. El alumno debe entender exactamente cuales son las cualidades que tú aprecias en su trabajo.
4. Si la obra no es perfecta (y nunca lo es), deja de decir "pero" o "sin embargo" en ese momento. Puedes tocar esto en otra conversación.
5. Haz una pausa para que el alumno goce el momento.
6. Dale la mano, un abrazo. Anímale a hacer más de lo mismo.
7. Hay niveles de elogio: unas palabras habladas (el más bajo). Correo electrónico (mejor). Una nota escrita (aun mejor). Reconocimiento público o un premio.
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