“Nunca vi llorar a un niño por no poder ir al colegio”, dice un padre
Una decena de centros con métodos innovadores están amenazados de desaparición por los recortes del Departamento de Enseñanza.
Cada mañana, al entrar en clase, los alumnos del colegio Vilamagore de Sant Pere de Vilamajor forman un círculo y hacen una asamblea. Allí, comparten sus preocupaciones y vivencias. En la escuela de Can Montllor (Terrassa) los padres se turnan para pelar kilos y kilos de fruta cada día y organizar un almuerzo saludable para el centenar de alumnos del centro. En el del Poblenou de Pineda de Mar cada semana se explica un oficio; la semana pasada uno de los padres, que conduce una ambulancia, llevó el vehículo a la escuela. Si el padre es mecánico, los alumnos hacen una excursión al taller. Els Aigüerols (Santa Perpètua de Mogoda) organiza cada viernes por la tarde un espacio de comunicación por donde pasan desde entidades que relatan su actividad a un payés que explica a los pequeños qué es el campo. Son solo algunos ejemplos de una forma diferente de enseñar que aplican numerosas escuelas y que logran, tal y como aclaran profesores y padres, que los alumnos se impliquen más y disfruten aprendiendo. “Nunca había visto llorar a un niño por no poder ir al colegio”, señala Nacho Navarro, que lleva a su hijo a Can Montllor.
El sindicato mayoritario, Ustec, considera que el objetivo de Rigau es ahogar la pública. “Se reduce la oferta, así si faltan plazas las familias tienen que recurrir a la concertada y así esta puede mantener sus clientes.
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