La tecnología y la edad no están reñidas ni son aliadas per se.
Cuando hablamos de nativos digitales, lo solemos hacer de manera errónea, dando por supuesto en muchos casos, que por el hecho de haber nacido en esta era, un niño o joven tiene un don innato para adaptarse a las nuevas tecnologías.
En realidad, lo que tienen es una predisposición para integrar el mundo en el que nacen, al asombrarse de manera curiosa por lo que les rodea.
Los mayores, también nos asombramos, pero ese asombro se torna bloqueo en muchos casos.
Sin embargo, erramos cuando creemos que esa predisposición los convierte en competentes digitales.
De hecho, muchos jóvenes son auténticos analfabetos digitales más allá de colgar algunas fotos y unas cuantas palabras en redes sociales.
Si pierden o les hacemos perder esa capacidad de asombro, no se integrarán en el mundo digital y/o cultural y caerán en la parte más baja de la brecha digital/cultural.
Por el contrario, nos encontramos cada día en la red a personas que mantienen intacta su capacidad de asombrarse ante la vida y todo lo que ésta nos depara, sea digital, cultural, emocional o medioambiental.
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En este sentido, me quito el sombrero virtual, ante una compañera, amiga, maestra (en cuanto a lo que enseña y a lo que me enseña). Me refiero a mi apreciada Julita, autora del blog Creación literaria en primaria.
Comencé a conocerla a través de ese maravilloso blog y después entablé contacto virtual a través de su amiga Conchita y de la Tribu 2.0 y la red social de Cine y Educación Cero en conducta. Posteriormente, tuve la suerte de poderla desvirtualizar en varias ocasiones.
De Julita, siempre me han sorprendido varias cosas.
La que más me ha sorprendido y contagiado es su capacidad para emocionarse y asombrarse con su profesión, vivirla, desvivirse, apasionarse por incorporar nuevos conocimientos y herramientas digitales y crear entre sus alumnos y todos los que tenemos la suerte de haber coincidido con ella toda una campaña viral de contagio.
Otra de las cualidades que me sorprenden de Julita, es su inquietud por compartir todo lo que aprende, lo que le emociona y no quedárselo para ella sola.
Los que no la conocen, quizás, pueden pensar, ante tanta ilusión y sapiencia tecnológica, que estamos hablando de una profesora recién salida de una facultad de educación.
No es así. En muchos casos, como ella misma relata en sus múltiples experiencias con estudiantes universitarios, como estos desconocen las tecnologías al uso.
No es así. Estamos hablando de una profesora en su último año laboral.
Afortunada que recibirá un merecido descanso ante una labor tan intensa y fructífera y que los demás probablemente no llegaremos a conocer por la obra y desgracia de un gobierno que se ha jugado el dinero de nuestras jubilaciones en la lotería de los bonos de deuda del Estado sin pedirnos permiso y por un sistema neoliberal que amenaza con destruir la convivencia y el bien común.
Julita es de esas personas, de esas maestras que hacen de la vida una escuela permanente. Que mantienen intacta su capacidad por descubrir y emocionarse. Las personas que desarrollan esa virtud, no sólo son más felices en su vida laboral, sino también en la personal. Consiguen que la edad no sea un problema, sino una ventaja.
Vivir es no dejar que el día a día acabe con nuestra capacidad de descubrir algo nuevo, asombrarnos y emocionarnos ante ello.
Por esta razón, Julita no envejecerá al día siguiente de su jubilación. No lo ha hecho hasta ahora y no lo va a hacer. Seguirá encontrando cosas con las que erizar su piel cada día y las seguirá compartiendo con nosotros.
Vean sino, en el siguiente vídeo, a una mujer de 90 años de edad, a la que le fue entregado recientemente un casco de realidad virtual para que lo probase y registrar su experiencia.
A la señora, se le mostró la belleza del paisaje de la Toscana a través de una herramienta de realidad aumentada.
En el vídeo, podemos comprobar como esta mujer de 90 años no ha perdido la capacidad de asombrase sin bloquearse para acceder a nuevas experiencias.
¿Cuántos compañeros y supuestos jóvenes digitales que conocemos no se asombrarían y disfrutarían ante una nueva experiencia como lo hace esta señora?
Julita, al igual que esta señora, se asombra a diario y lo que es mejor, hace que los demás nos asombremos sin bloquearnos.
Gracias, Julita, por permitirnos ser tan afortunados.
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