Lo primero que tenemos que decirles es que les recomendamos la realización de esta actividad, adaptándola y modificándola como deseen. El material, como todo lo que se encuentra en este blog, está a disposición de todo el mundo y no es necesario que pedir permiso ni citar (aunque siempre se agradece).
Para recomendarla, es suficiente una imagen que quedó grabada en nuestra retina y las sensaciones y sentimientos que llevan aparejadas. Claro que, estas cuestiones hay que sentirlas, no vale para nada que se cuenten. Prueben, y ya nos dirán.
Las emociones de las que les hablamos (hablo en plural porque fue un trabajo de equipo) están ligadas a cuestiones que a algunos quizás les pudieran resultar hasta escandalosas. Ver a alumnos corriendo por los pasillos del instituto detrás de una pista, de la persona que se las podría facilitar o de un libro para encontrar la información necesaria para ir reuniendo las sucesivas pistas que les hicieran dar con el paradero del libro perdido... es, cuando menos, placentero.
A todo esto unimos alumnos que habitualmente no sólo no corrían detrás del conocimiento, sino que lo espantaban. Igual que hacían con su tradicional portador. Pero, en esta ocasión, se mostraban literalmente asfixiados por conseguir una pista que se encontraba en el interior de un libro... Ya se pueden ir haciendo una idea de lo que sentimos.
Si aún así no lo hacen, les animamos a comprobarlo. Ahora, eso sí, les advertimos que van a terminar exhaustos, pero a la vez satisfechos.
La esencia del juego es aplicable a otras actividades, tengan o no relación con el día del libro.
Comenzamos un mes antes con un cartel que no mostraba nada más allá de la imagen y el título, pero sí hizo preguntar a los alumnos qué era eso.
El cartel fue confeccionado por Germán, el compañero de Plástica. En él se incluían rostros de profesores que los alumnos fueron descubriendo poco a poco. El anzuelo estaba lanzado. El cartel en sí no decía nada, pero los alumnos comenzaron a preguntar y nosotros apenas respondíamos...
"En busca del libro perdido". El juego:
El juego se desarrolló durante la semana de actividades dedicadas al libro.
Participaron cuatro grupos: dos primeros de la E.S.O. y dos segundos.
Cada grupo se subdividió en un máximo de 8 grupos, tantos como estaciones tenía la prueba.
Todos los alumnos partían de la Biblioteca y a cada grupo se le entregaba una tarjeta correspondiente a una de las 8 estaciones, de tal manera que, comenzando por la estación que les había correspondido aleatoriamente, debían finalizar en la anterior para completar el recorrido de las 8.
Cada tarjeta incluía:
- Un libro con la editorial, el título, el autor y la página o páginas en las que debían encontrar las frases que les servían de pistas para que les entregasen la siguiente tarjeta.
- Una palabra cifrada que debían descifrar y reunir para obtener la pista definitiva que les condujese al libro perdido.
Para descifrar las palabras facilitadas, debían usar nuestra aplicación "Cifrar con Ñ" y la clave numérica 3.
Además, la persona que les entregaba la tarjeta, les daba una descripción abierta sobre la siguiente persona que debían descubrir para obtener la siguiente tarjeta. (Ejemplo: Una persona que les atiende a diario con amabilidad y una sonrisa. Sonia, la encargada de la cafetería).
"Está oculto en un cofre en la Biblioteca"
Una vez localizaban el libro, abrían el cofre y encontraban el libro más leído durante el curso en el plan de lectura. En este caso, "El niño del pijama de rayas". Debían anotar su título, autor y editorial.
El juego no se planteaba como una competición. No había ganador, aunque no por ello, se dejaban precisamente de dar prisa en resolverlo. Al finalizar, se le entregaba un chupete a cada alumno que resolvía el juego (lo resolvieron todos, unos más tarde que otros). A los grupos que completaban la ficha, se les pedía discreción para que el resto no viese donde se encontraba oculto el libro (se consiguió).
Unos grupos fueron más ágiles y despiertos que otros, tuvimos que solventar sobre la marcha algunos problemillas (compañeros que no se encontraban por alguna circunstancia en el momento de la realización, errores de los alumnos o alguno nuestro, compaginarlo con la realización y organización de otras actividades...) pero ninguno fue significativo ni desvirtuó la actividad.
En nuestra retina, quedaron muchas cosas que nos dejaron exhaustos:
- Alumnos desesperados preguntando que día les tocaba a ellos
- Otros pidiendo participar
- Alumnos corriendo por todo el instituto (a más de uno le chirriaría esto, pero el que corriesen detrás de un libro a nosotros nos llenaba de satisfacción)
- Ver a alumnos totalmente enganchados en el juego
- Alumnos pidiendo repetirlo más veces
- Compañeros que nos decían que esa era la educación que debíamos dar, saliendo de las paredes del aula.
Tampoco vamos a negar alguna que otra crítica, pocas afortunadamente (un compañero que no entendía el ver a los alumnos danzando por el centro). La verdad es que lo hicieron con cierto orden (desesperados, eso sí).
Pero hubo una imagen que especialmente se grabó en mi retina:
El ver a tres alumnos que conformaban un grupo. No era un grupo cualquiera. Era un grupo al que temer y que nos hacía permanecer alerta por si reventaran el juego. Tenían todas las cartas para ello.
Pero no, no sólo no reventaron el juego, sino que se implicaron tanto corriendo y tomando notas, que uno de ellos se mostraba exhausto y literalmente sin respiración.
Esa fue la imagen, no la única, pero junto a las demás, nos dejaron exhaustos y mostrar nuestra mayor ...
... Satisfacción
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