¡Cuánto valor e ideas claras hay que tener para permanecer así! |
Mira a tu alrededor y pregúntate:
- ¿Cuántos compañeros tienen criterio propio ante la vida o son capaces de cuestionarse una información aunque estén equivocados en su planteamiento?
- ¿Cuántos compañeros tuyos conservan algo del gusto y la curiosidad que un día tuvieron por aprender algo nuevo, aunque no sea de su materia, sino de la propia vida?
Con la educación sucede como con la alimentación. Muchos padres tratan de alimentar a sus hijos siguiendo los cánones de lo supuestamente correcto, haciendo caso de los propios fantasmas que pueblan su inconsciente personal y colectivo. Y lo hacen sin tener en cuenta las propias y reales necesidades de su hijo.
Hay cariños que matan.
Y, en educación, hay cariños que matan la esencia del hecho educativo.
¿Conoces a algún animal que se muera de hambre teniendo alimento a su alcance?
El ser humano, desde que es pervertido por el supuesto conocimiento, lo hace.
"Es que el niño no coge el pecho, no sube de peso lo necesario, no ingiere alimentos a sus horas...".
Y, claro, la angustia de las madres (a los padres, ni están ni se les espera en la mayoría de los casos, o se suman a esa angustia) termina por destrozar los ritmos vitales de ese nuevo ser. Se le rompen sus parámetros innatos. Ya deja de comer porque tiene hambre.
A partir de ese momento lo hará por malversación de sus sentimientos. O comen mucho para adaptarse a esos cánones, o comen poco como manera de rebelarse ante ellos. Y de ahí no sólo parten todos los trastornos alimentarios, sino que se rompe el ritmo natural de las personas que ya nunca más se alimentarán por necesidad, sino por seguir o rebelarse contra la norma.
En educación sucede lo mismo. La necesidad de aprender viene de paquete, de manera innata en los códigos humanos. Aprender es una necesidad innata, de supervivencia, de evolución.
Y su principal herramienta es la curiosidad , también innata.
El sistema educativo, la preocupación de los padres o la presión social se encargan, mediante múltiples mecanismos, de ir eliminando esta cualidad innata.
Desde un principio:
- No pintes fuera del cuadro.
- ¿Qué aún no sabe leer? Haz algo, eso no puede ser, el mío lee ya desde hace dos meses.
- No hagas eso así, es de esta manera.
- Eso está mal, debes hacerlo bien.
- Calla, escucha, atiende, ahora no es el momento...
Múltiples mecanismos que pueblan el inconsciente colectivo y que presionan a padres, profesores y niños, destruyendo la cualidad más preciada de estos últimos.
Reflexiona, usa tu sentido común. Ningún niño (salvo trastorno) se va a morir de hambre. Respeta su propio ritmo y su necesidad de alimentarse.
Reflexiona, usa tu sentido común. Ningún niño (salvo trastorno) va a dejar de aprender. Respeta su ritmo, su necesidad y curiosidad por aprender.
Esta tarde leía un artículo sobre cómo motivar a un equipo, en el que se comentaba que es imposible motivar a nadie; que lo que sí que podemos hacer es desmotivar. Lo que realmente está en nuestras manos es crear las condiciones adecuadas para que cada cual encuentre su motivación.
En educación, nuestra misión más importante es la de crear las condiciones adecuadas para que los alumnos encuentren su propia motivación, sus propios intereses, que desarrollen su gusto por aprender, que no pierdan su curiosidad, crear un clima sugerente, incubar, suscitar, inocular, promover, proponer, retar, descubrir, plantear...
Y, nunca, dirigir, señalar, restringir, coartar, delimitar, imponer, establecer, frustrar, enmarcar, imposibilitar...
Aprender por casualidad, aprender por curiosidad. Aprender de la manera natural. Potenciar el cuestionamiento, el desarrollo del criterio propio, la creatividad, la búsqueda de respuestas diferentes, el contrastar, el comprobar, el resolver...
Nada nuevo. Ya lo han dicho antes los principales educadores desde hace años, y lo confirman los últimos avances en neuroeducación, pero no hemos querido o no hemos sabido hacerles caso.
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