Un educación que se precie debe formar contra la corrupción y en la valoración, percepción y respeto de los bienes públicos como propios de todos, además de en la toma de conciencia sobre los daños que la corrupción causa al conjunto de la población.
Todo el dinero que se "evapora" en corrupción (que no es poco precisamente) deja de invertirse en educación, sanidad y servicios públicos.
En el mal llamado tercer mundo, estas corruptelas toman tintes dramáticos y generalmente están inducidas desde países del primer mundo, tal y como hemos podido comprobar en recientes y lamentables casos que afectaban a nuestro país, corruptor de países subdesarrollados con la participación de diputados del partido que ocupa aún en funciones, el gobierno de este país y de un embajador nombrado políticamente.
En definitiva, es una cuestión que va más allá del dinero público que se "roba", sino que afecta a las personas y sus vidas y que en muchos casos mata. Un problema que no se limita a unos pocos países, sino que es generalizado por mucho que afecte menos a unos países que a otros.
Ni un solo país, en cualquier parte del mundo, se encuentra libre de corrupción.
El color
rojo oscuro indica un sector público muy corrupto.
Países en rojo y naranja presentan un grado algo menor, pero la corrupción entre las instituciones y los empleados públicos sigue siendo común.
Países en
amarillas se perciben como más limpios, pero no se encuentran totalmente exentos de corrupción.
La escala del problema es enorme. El 68% de los países de todo el mundo tienen un grave problema de corrupción. La mitad de los países del G-20 se encuentran entre ellos.
Podemos ver el mapa desarrollado por la ONG Transparencia Internacional. El mapa nos permite descargar los datos de los países.
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