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sábado, 14 de septiembre de 2013

La Cenicienta de las Competencias

En la enseñanza tradicional no existía la expresión oral, salvo que entendiésemos como tal a algún que otro recitado memorístico bajo pena de un reglazo en caso de no hacerlo como un loro o demorarse en la dicción. 

En el momento actual no son tantas las cosas que han cambiado, salvo honrosas excepciones que trabajan mucho y bien, aunque el medio no sea todo lo propicio que les gustase.

La expresión oral sigue estando vista como una pérdida de tiempo y suele encontrarse relegada. Sigue siendo más cómodo el uso de esa tecnológica herramienta del siglo XX que es el bolígrafo. Suele ser cómodo tener a los alumnos apabullados a fichas sin que levanten la cabeza y dejándoles poco tiempo "libre" para otros menesteres. Aunque parezca mentira, aún hoy, se suele considerar en algunos casos la letra, la buena letra,  como una competencia básica o como un criterio de evaluación fundamental. Nos encontramos, de cuando en cuando, casos de alumnos que han sido suspendidos por su mala letra. Es obvio que aún hoy el bolígrafo sigue siendo una herramienta de uso y útil, pero de ahí a inferir que su competencia sea un criterio de evaluación, no sólo dista mucho, sino que es sencillamente ilegal.

Cuántos trabajos, incluso hechos en presentaciones, no llegan a ser expuestos, vamos, presentados. O cuando se hace no queda tiempo para que todos lo hagan, ni siquiera de manera rotatoria o se eligen siempre los mejores para que los demás alumnos aprendan algo.

¿Se enseña realmente el arte de presentar o se deja a la iniciativa y buen saber de cada uno? ¿Se ensaya?
¿Se práctica? ¿Se analiza? ¿Se dan pautas? ¿Se graba en vídeo en vídeo para ser comentada y mejorada? ¿Se llenan de texto y se leen o sirven de guión, para centrar, atraer, perfilar, enganchar...?

La expresión oral es una pieza fundamental de la vida. Más aún de este modelo económico. Desde un buen vendedor, que no sólo debería saber expresarse bien, sino también lo justo y necesario, hasta para cualquier entrevista de trabajo. Pero no sólo de este modelo, en otro, también es necesario saber transmitir, emocionar, ser concreto, claro, facilitar, clarificar, llegar... Para una sociedad democrática, la expresión debe de ser algo básico. Saber comunicarse, transmitir, expresar las ideas propias de manera clara...deben ser elementos fundamentales. 

Y así, considerando la expresión oral como una pérdida de tiempo, nos pasa lo que nos pasa, que sacamos un cero en expresión oral. Este cero, como sucede en el caso anterior, afecta también a las lenguas extranjeras, en las que debería, no ser lo único, pero sí lo primordial, la expresión oral. Se entiendo que en las clases saturadas de Wert (también antes, para ser justos) es difícil dedicar el tiempo necesario, pero sí que se puede hacer más (como muchos profesionales están haciendo) apoyándose en el uso de las nuevas tecnologías.

Pero, obviamente, la expresión oral no es una competencia exclusiva de Lengua (y Literatura). Es obvio, pero muchos parecen no haberse enterado. Tampoco esta enseñanza compartimentada ayuda demasiado, pero siempre podemos y debemos trabajarla, disfrutarla. Incluso, tendemos a compartimentar la visión de las competencias, cuando éstas suelen ir de la mano. En este sentido, Ángel Pérez Gómez debe tener toda la razón cuando argumenta que con tres competencias bastaría.

Sí, disfrutarla. Debe llegar a ser un placer hablar en público, saberlo hacer. Pasa como en la lectura, que nunca se podrá hacer un lector a piñón fijo. Por tanto, una exposición, no debe ser en ningún caso un Tribunal de Santa Oposición. 

Por descontado, señalar que una exposición no debe limitarse a mostrar un trabajo realizado. Hay muchas maneras y situaciones en las que se puede trabajar la expresión oral. Tantas como la imaginación y el compartir nos permita.

Expresen ahora su opinión. No  estaría mal que fuese a través de un archivo de audio.

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