Una frase de la que tendríamos que tomar nota en educación cuando nos refugiamos en los defectos de los alumnos y sus familias para quedarnos tranquilos, sentirnos justificados y dejarlo todo, absolutamente todo en el tejado de nuestros alumnos y familias.
Evidentemente, no todo depende de nosotros, pero que las cosas estén mal, que nuestros alumnos no tengan conciencia de la importancia de su formación y tengan la desgracias de haber nacido en una familia que no sólo no le aporte nada, sino que le resta, no nos aleja de ser parte del problema y nos confiere alguna responsabilidad como docentes y como sociedad.
Para algunos alumnos, somos su única tabla de salvación. No tenemos baritas mágicas, ni todo está en nuestras manos, pero debemos intentarlo en la medida en la que podamos sin escondernos en su situación.
¿Seríamos nosotros mejores en las circunstancias en las que han nacido y viven algunos de nuestros alumnos?
Para profundizar en este tema, recomiendo ver la película De la calle a Harvard
Vía @Sergio_Llull6
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