Hoy no dejo una frase de la semana, dejo un fragmento de uno de mis libros preferidos educativamente hablando (y no educativamente hablando), "Momo" de Michael Ende.
Durante los años que llevaba el programa de mejora de la convivencia y el clima escolar, PROMECO (de este rimbombante nombre me quedo con el que usábamos, "Convivencia") tuve un momento casi mágico con una alumna y un alumno. Leíamos mucho y aprendimos a amar la lectura. Yo también les leía. Ese día, la alumna leía una historia de una princesa que se contaba dentro de la historia principal de Momo y entablaba un diálogo con el personaje que leía el alumno. En medio, yo reinterpretaba lo leído contándoles una nueva historia en la que los mezclaba a los dos alumnos con los personajes. La alumna se enamoró tanto del libro de Momo, que compró uno y lo llevaba a todas partes. Al alumno, le llegué por primera vez en ese mágico momento y a partir de ahí, todo fue más fácil.
De Momo se pueden aprender muchas cosas. Una de las principales, escuchar. Por eso he elegido este fragmento importante en nuestra profesión. También como personas.
"Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda simpatía. Mientras tanto miraba al otro con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él.
Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja o indecisa sabía muy bien, de repente, qué era lo que quería. O los tímidos se sentían de súbito muy libres y valerosos. O los desgraciados y agobiados se volvían confiados y alegres.
Y si alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y que era insignificante y que él mismo no era más que uno entre millones, y que no importaba nada y que se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba todo eso a la pequeña Momo, y le resultaba claro, de modo misterioso mientras hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por eso, era importante a su manera, para el mundo".
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