El "rallo" que no cesa o el fin de la educación como herramienta compensatoria.
Ese sería el fin perseguido por el neoliberalismo extremo del economista Juan Ramón Rallo que desnuda sus negras intenciones en un artículo, "Educación pública es educación en manos de políticos", publicado en el diario digital El Confidencial, en el que niega todo efecto compensador a la educación pública, incluyendo en ello, prácticamente, hasta a la educación concertada.
Rallo niega la mayor y señala que
La realidad es bien distinta: la educación pública es un proveedor político-burocrático de enseñanza que debe ser financiado por los contribuyentes.Se luce cuando indica que los impuestos que los ciudadanos destinan a cubrir la educación, los deberían destinar a pagarse directamente sus estudios, ignorando, o más bien queriendo ignorar, que con lo que pagan en sus impuestos, muchos españoles no podrían cubrir sus estudios y mucho menos, elegir los que "quisieran" de los existentes.
En lugar de permitir que cada ciudadano escoja con sus ingresos antes de impuestos —e incluso, si alguien apostara por una cierta redistribución de la renta, mediante transferencias complementarias que recibiera del Estado— qué centros formativos desea para sus hijos o para sí mismo, se nos obliga por la fuerza a costear de antemano un sistema que bien podemos rechazar.Me pregunto si es ignorancia o llana ruindad, puesto que los españoles de bajos o medios ingresos no podrían elegir centro alguno, puesto que al desaparecer en su planteamiento hasta los concertados, únicamente les quedarían las migajas de un sistema educativo clasista en el que sólo los que se lo pudieran pagar, podrían aspirar a una enseñanza de calidad.
Claro que, para este neoliberalismo radical, las personas que no pueden costearse algo es porque no trabajan lo sufuciente o no son suficientemente inteligentes.
A continuación carga contra los maléficos docentes de la escuela y la universidad pública, dejando en el aire que
Aun si los docentes de la escuela y de la universidad pública prestaran un pésimo servicio, la inmensa mayoría de contribuyentes se verían forzados a recurrir a ellos, por cuanto ya han pagado su salario vía impuestos y no cuentan, después de afrontar tan confiscatorios impuestos, con renta disponible suficiente como para abonar las tarifas de un centro privado (los únicos que pueden permitirse pagar dos veces por la educación, la pública y la privada, son 'los ricos': igualdad de oportunidades, lo llaman).
Con lo que detraen de sus ingresos, los contribuyentes nunca podrían aspirar a esa educación privada, salvo cualquier subproducto que intentara aprovecharse de ellos, eso sí, con precios elevados por ausencia de la competencia de la educación pública.
Juan Ramón Rallo arremete contra Dinamarca, acusándola de paradigma de socialdemocracia moderna, ignorando intencionadamente, que se encuentra gobernada por una coalición liberal conservadora. Aún así, ya tuviéramos en España su acceso gratuito a todos los niveles educativos y no tuviésemos a tantos estudiantes desertando por no poder pagar las tasas universitarias por obra y gracia de los recortes presupuestarios que desde varios frentes acosan a la universidad pública española. Paradójica y contradictoriamente, critica a su gobierno liberal por iniciar recortes en sus servicios públicos.
Se pregunta
¿Por qué forzarles a todos ellos a que gasten su dinero de un mismo modo y que ese mismo modo sea determinado por una camarilla política? ¿Por qué no permitir a cada danés escoger cómo vivir su propia vida y, por tanto, cómo orientar su propia formación?
Ignorando que, de así hacerlo, tantos daneses y españoles (ya sucede) no podrían acceder a sus estudios.
Siempre he pensado (y los hechos parecen volver a conformarlo) que el liberalismo es la antesala del fascismo. Los resultados de sus políticas degeneran y degeneraron en el fascismo. Y eso, que como bien señala en este caso Rallo, el neoliberalismo solo ha conseguido desarrollar paerte de sus postulados al criticar al estado pero vivir de su explotación a través de la corrupción.
Por tanto, de llevarse a cabo las políticas planteadas por Rallo, la educación, pública desaparecería y con ella, su capacidad compensatoria de equilibrar algo el sistema.
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