El mundo de las presentaciones en público nos resulta familiar a todos. Es más, cualquiera que conozca los rudimentos de programas informáticos del tipo PowerPoint, Impress o Keynote podría creer que posee la herramienta necesaria para ofrecer un producto con un acabado elaborado y profesional. Si a esto le añadimos la experiencia que puede dar el enfrentarse asiduamente a este tipo de situaciones, incluso podríamos pensar que las presentaciones en público no tienen ningún misterio para nosotros. Al fin y al cabo, más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Pues, desafortunadamente, no es así. Seguro que a muchos de nosotros nos viene a la cabeza ese profesor que, a pesar de llevar muchos años ejerciendo la docencia y de conocer bien su materia, nunca llegó a conectar con sus alumnos. Daniel T. Willingham, en su libro Why don't students like school?, dice que tener experiencia solamente significa que te dedicas a una actividad, mientras que tener práctica implica que intentas mejorar tu rendimiento. De modo que, por muchas presentaciones en público que llevemos a nuestras espaldas, si no tenemos claras unas pautas, lo único que conseguiremos es acrecentar nuestra experiencia perpetuando errores, pero no nuestra práctica. ¿Y cómo se adquiere la práctica? Pues convirtiéndonos en espectadores de segundo nivel. O, lo que es lo mismo, espectadores que no sólo atienden al qué, sino que también analizan el cómo. Si nos fijamos en cómo son las presentaciones a las que asistimos, o incluso si tomamos perspectiva respecto a nosotros mismos, podremos tomar consciencia de cuáles son los secretos de una buena presentación y podremos acabar con los malos hábitos. LEER +
Pues, desafortunadamente, no es así. Seguro que a muchos de nosotros nos viene a la cabeza ese profesor que, a pesar de llevar muchos años ejerciendo la docencia y de conocer bien su materia, nunca llegó a conectar con sus alumnos. Daniel T. Willingham, en su libro Why don't students like school?, dice que tener experiencia solamente significa que te dedicas a una actividad, mientras que tener práctica implica que intentas mejorar tu rendimiento. De modo que, por muchas presentaciones en público que llevemos a nuestras espaldas, si no tenemos claras unas pautas, lo único que conseguiremos es acrecentar nuestra experiencia perpetuando errores, pero no nuestra práctica. ¿Y cómo se adquiere la práctica? Pues convirtiéndonos en espectadores de segundo nivel. O, lo que es lo mismo, espectadores que no sólo atienden al qué, sino que también analizan el cómo. Si nos fijamos en cómo son las presentaciones a las que asistimos, o incluso si tomamos perspectiva respecto a nosotros mismos, podremos tomar consciencia de cuáles son los secretos de una buena presentación y podremos acabar con los malos hábitos. LEER +
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