martes, 1 de febrero de 2011

De mayor seré… lo que me guste. Eduardo Punset


A mitad de curso surgen dudas de todo tipo. “Temo haberme equivocado a la hora de elegir” una determinada carrera; o bien “nunca debí haber confiado” en tal persona; “no sé qué me falta” que no acabo de sentirme seguro.
Es fascinante pensar que la mayoría de la gente no ha tenido la oportunidad de analizar el fundamento de sus dudas. Tomemos un ejemplo que afecta a millones de jóvenes y a sus padres. ¿Qué elemento debe ser el mío? –que es tanto como adivinar qué profesión elijo–. La pregunta no tiene ahora una respuesta fácil, porque el pensamiento científico está vaciando de contenido un arma que hasta ahora se había utilizado profusamente y con gran seguridad. Me refiero al llamado “coeficiente intelectual”.
Las generaciones anteriores estaban primordialmente interesadas en descifrar las capacidades de personas que buscaban un trabajo típico de lo que demandaba la sociedad industrial: ingenieros, economistas y científicos. Se prescindía erróneamente del vasto y fecundo campo creativo representado por las artes. Se creía que con un simple algoritmo se podía medir la inteligencia de cada cual y que esta se hallaba en los más preparados para los puestos más demandados.
Son muchos los que no se han percatado todavía de que todo ha cambiado. Hemos perdido confianza en los índices de inteligencia para medir la inteligencia y sobre todo la capacidad creativa de una persona. Hoy sabemos que difícilmente un solo universo puede prodigar lo que la sociedad necesita; son precisas interacciones entre fuentes académicas y creativas o artísticas. LEER + en el Blog de Punset

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